A mi madre
Una mujer extraña
me mira ausente, callada.
Arde impenetrable
el rubí de su boca
sobre mi voz apagada,
y es tan cierta la ausencia
cuando siento que me besa,
cuando imagino que me toca.
Me consumen al verla
las ganas de acariciarla,
con olor a cielo
me estremece pensarla.
Con sabor a que llega,
sin sabor a que falta.
Despierto y la nostalgia
me ha desnudado el alma.
No era su beso, ese beso
que la aurora me negara.