Como la luna,
siempre en estado cambiante,
esperando entroncar con el sol
en la cumbre de un eclipse.
Y en un acercamiento mágico,
contigo alcanzar el cenit,
y a sabiendas
en tu resplandor de fuego fusionarme.
Porque soy opaca, blanca y gris,
y oscura a veces,
necesito que tu poder eruptivo
me expanda e ilumine.
En el movimiento del rodar cíclico
que inexorable me guía,
y que recorta a su capricho
las fases que me rigen,
pendo cual Casiopea cautiva
de la bóveda celeste,
no hallo lugar para el descanso
si no es tu bastión indestructible.
C. C. Lizarán