Siento mi memoria brusca y ataviada
Llena de dudas y pesados claroscuros.
Se desarrolla larga desde el renuente pasado
Y hasta tiene párrafos suscritos del futuro.
Yo ya no quepo en mí ni en mi memoria,
Ni mi voz tiene un lugar en su oploteca.
Y ahí vamos, ser y voz sobre la escoria
Recogiendo el sol desde el poniente azteca.
Hay un lugar para nosotros en el río
O en la ciénaga que el monte esconde.
Allí mi voz busca un refugio a lado mío
Pero el ser sin la memoria no responde.
Yo ya no puedo hablar de mí conmigo
Porque mi voz se fue también lejos del río.
Más hay cebada y lupus junto el trigo
Y el espacio junto a mi sed está vacío.
Hoy me embriago sin mi voz, lejos del hombre,
Bajo el dintel montado, ¡Yo!: Iridiscente, azul, disimulado…
Y entre las jambas voy, delimitando un yo sin dimensiones.