Corazón azucarado de piña ananá
caparazón agreste de punción lacerante
te pareces como Ella a un descendido maná,
salvador ámbar del cielo caído, beatífica amante.
Dulces son tus tropicales encantos frutales
disipas la árida sed de inconclusos cariños
receptores benditos de esos besos inmortales,
tan excluyentes por mis rebeldes desaliños.
En distancia cercana sufro cuando a otros ríes
rota el alma por heridas que no se polinizan
ni con los elegantes vuelos de nupciales colibríes,
muy penosas cicatrices que ya no cauterizan.
Aguardaré el profético tiempo de la nueva Era
cuando la flexible revolución de los celestes astros
adelanten el fin de la zodiacal, demencial espera ,
y abras tu capullo al erótico don de mis camastros.
La piña ananá será más fragante y apetecible
-su ruda caparazón vegetal, expulsiva de espinas romas-
y mi eterno amor por ti, exponencial e imprescriptible
desde el común trono floral, Emperatriz de las Aromas .