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**~Novela Corta - Amor Callado - Parte Final~**

Y se fue para su casa, Ernesto de la Campana, desbaratando el desafío y el nuevo comienzo en saber que el destino era como el mismo camino. Cuando él, se sintió tan inerte y desolado, como el mismo imperio destrozando la libertad y más el amor y todo porque quedó preso en su propio corazón. Cuando en el interior se debió de crear una sola soledad, en que sólo el gran desafío fue y será su eterno amor por Aliona Escalera. Si se fue para su casa, cuando le dolió la ira y los celos incontrolables e indeseables en que sólo él, Ernesto de la Campana, fue y será como el mismo deseo, como el mismo amor o como la misma pasión, en que se creó un incontrolable deseo, en que se sabe que el amor era como el instinto o el capricho más real en discernir que el delirio era tan delirante como la misma fiebre en el cuerpo, cuando en el amor sólo se debió de creer en la misma mala suerte del joven. Si el mozuelo era como el mismo amor en el corazón y deseando amar quedó. Cuando quedó en el desastre de amar y de volver a vivir sólo quedó moribundo de deseos y de un amor inocuo, pero, sin ser correspondido. Sólo se sintió mal y sin malhumorar el ańimo de creer en el amor a ciegas, y todo porque él, amaba a Aliona ciegamente. Cuando en el delirio se dió como osadía en saber que el desafío era como el mal suspiro o como el mismo aquel respiro de sus cabellos llenos de rosas. Cuando en el instinto se dió como el mismo amor en el corazón, pero, quedó solo y en soledad, y pensó cómo decir o expresar su amor a Aliona Escalera. Cuando él, Ernesto de la Campana, se ofreció como un delirio frío y álgido como el mismo cielo en la mirada compasiva y pasiva. Si fue como fingir en el más puro corazón, si fue o más o menos, en que el sueño se electrizó lo que más tiene el deseo de amar, cuando en el instante se dió como la pesadilla más cruel de la inocente verdad. Cuando en el ámbito se dió como el pasaje más inmenso de la vida, cuando en el imperio de la vida se dió por vivir, lo que más soñó él, con el amor de Aliona Escalera, pero, fue en vano el ocaso y el frío y la lluvia inerte que cayó desde el cielo hacia su piel más fría. Cuando en el imperfecto momento llegó el ocaso frío y más en el desierto frío dentro del mismo infierno vivido, en el cual, se perfiló como órbita lunar atrapando lo que más se electrizó en el combate de ir y de venir. Cuando en el instinto se abrió de deseos nuevos como el ir y venir desde a lo lejos, siempre mirando y observando el horizonte desde el mar abierto. Cuando en el interior se sintió como un dolor perenne en el ámbito más crucial de la temporada del invierno. Cuando yá habían pasado cinco lustros de inviernos fríos. Cuando en el ocaso se vió reflejado en el interior el dolor inocuo, trascendental, y más efímera dentro del mismo imperio frío. Cuando en el único desastre en el corazón no se aferró al ayer, sino que vivió lo suficiente como para poder ver y sentir el dolor en el mismo coraje del corazón. Cuando en el destino intrínseco se debió a que el camino se unificara como el mismo derredor. Si dentro del ocaso frío se sintiera como el mismo corazón desértico, errático, y estupefacto, pero, por el amor. Cuando en el ocaso frío se dió como el mismo fructífero desenlace de un mirar como el mal ánimo. Cuando en el alma de él, de Ernesto de la Campana, se dió como el final de un mal infundado, de un tiempo en que sólo el destino fue como el mismo camino frío y sin amor se correspondido. Cuando en el instante se da como el mismo destino, cuando en el mismo desierto se edifica como el mismo cielo frío. Cuando en el frío ocaso fue como el mismo imperio desafiando el universo entero. Y fue y buscó a Aliona Escalera después de siete lustros de inviernos y él, Ernesto de la Campana, se armó de valentía y de valor en decir a Aliona que…

 

-“Oye, te quiero decir algo muy íntimo…”-,

 

Y Aliona Escalera le dice que…

 

-“¿Qué Ernesto de la Campana…?”-,

                    

 Y Ernesto de la Campana le dice que…

 

-“Que, que te espero en el cine…”-,

 

 Y Aliona Escalera, yá sabía para qué era el cine, sí, para dos cosas: comer “popcorn” y lanzarlos al aire. Y ella, Aliona lo acepta, pues, el tiempo acababa y sus hijos yá eran grandes y su viudez sólo se debía a la sola soledad, pues, el tiempo era el tiempo y la era era una época del ayer. Cuando en la insinuación de una verdad se debió a que el instante se debía a que el silencio era la sola soledad. Cuando en el ocaso se debió de creer en el paraíso o en el Edén, pero, sin ser como los primeros humanos. Asisten al cine, si se ven en las afueras del cine como si fueran dos niños. Dos niños que se creían grandes. Y sí, jugaron al amor, y a la amistad y al mismo destino, pero, tan frío como el mismo cielo o la lluvia que caía desde el mismo cielo hacia la misma piel. Cuando en el final de la vida llegaba yá, cuando en el amor se debió de creer en el desierto maǵico. Cuando en el instante se debió de hacer cruces veraniegas en la luz del cielo opaco y sin la luz del sol y tan tenue como la misma oscuridad. Cuando se atrevió a desafiar el imperio de unos ojos cuando se vieron de cerca a la mirada y tan fría. Cuando en el imperio o del ocaso se debió de caer en el mismo suelo y sin poder volar lejos. Si en el desastre de ver el cielo se identificó como el cielo con grises nubes y todo porque el amor no era correspondido. Si en el jactar de la conmiseración se debió de dar como el mismo cielo azul ocultando la misma ansiedad. Cuando era la más pura verdad en creer en el amor a ciegas y más con el mismo amor que le tenía a ella, a Aliona Escalera. Cuando en el desembarco de su pobre corazón, nunca se atrevió a descifrar ni a expresar su amor por ella, por Aliona Escalera. Cuando en el desierto se opacó en contra del deseo, o de la manera más eficaz de un sólo tormento de hacer que el cielo se veía como el mismo gris tormento. Cuando en el ingrato tormento se debió en creer en el ocaso frío. Cuando no fingió nunca en ser como la pasión inocua. Cuando en el desierto se dió como el ave pura y capaz, desde que en el ocaso se vió como final de un sólo día, y con lluvia inerte en fraguar. Y se juntó el corazón y las almas, pues, en el final de un evento se fingió como un frío tormento, cuando se lamentó todo, desde el principio y sin un final. Y se amó sin ser correspondido, sin ser prohibido, sin ser herido y sin ser tan hondo como el mismo fondo del mar abierto. Cuando en el ocaso se dió, como la más fría lluvia descendiendo desde el cielo en tempestad. Y se electrizó el funesto y aciago ingrato momento, cuando ardió como arde el imperio dentro de la misma vejez. Y llegaron a la vejez, los dos, cuando en el instante se fraguó como el mismo instante en que se debió de creer en el mal desenlace. Cuando en el final se juntó como el mismo amor en el mismo corazón. Cuando la razón se perdió como la locura en tortura, cuando en el ingrato momento, se dió como el mismo instante tan perdido. Cuando en el ocaso fracasó en el mismo final. Cuando no se ofreció el mismo amor en el corazón sin ser correspondido. Cuando se efectuó el sólo imperio de unos ojos que anhelaban el amor en el corazón. Y llegaron a la vejez, soltando la experiencia y amando en el solo corazón el coraje en soledad. Cuando en el instinto se vió como la misma soledad en el alma. Y se dijo mentalmente y pensando que la amaba, sí. Cuando en el instinto se dió más el combate de amar sin razón y con la locura en el tiempo. Cuando en el silencio se electrificó más el ir y volver hacia un destino impetuoso y con una vil tormenta, en que no se lamenta ni se enferma a un solo corazón. Cuando no se finge el amor en el mismo frío corazón. Cuando en el alma, se perfiló, el mal deseo en caer en el mismo camino y en el mismo frío destino, cuando se amó como nunca en el ayer. Y pasaron siete lustros de inviernos, cuando cayó la tempestad en el mismo camino. Y se cerró el deseo y más lo que él, Ernesto de la Campana, extrañó aún más, de ella, de Aliona Escalera, el amor en el corazón. Y se edificó en el alma una luz, en que sólo no se ofreció más que el amor sin ser correspondido. Cuando en el alma brilló esa luz, inerte y fría, y descendente, cuando en el alma fue un silencio total, cuando en el alma se enfrió el camino desértico e inocuo. Cuando en el final de todo en la vida y más en la vida de Ernesto de la Campana, se debió a que el delirio tan delirante fue petrificante en el amor en que sólo lo dejó pasar como cometa de luz. Y fue tan desafiante y tan penetrante en que el cielo fue de grises nubes, cuando la vió llegar al altar y vestida de novia, cuando se casó hace mucho tiempo con un hombre. Un hombre bueno y que la amaba, pues, su manera y su forma de amar era tan real, y tan verdadera en que sólo el destino no fue tan ingrato. Y le dijo Ernesto de la Campana en baja voz a Aliona Escalera…

 

-“Oye, te quiero decir algo muy íntimo…”-,

 

Y Aliona Escalera le dijo…

 

-“Sí, yo también te amo…”-,

 

Si sólo fue como un sueño, o como una premonición en que fue fraguado el amor entre Ernesto de la Campana, y Aliona Escalera. Y pasaron más de diez lustros de inviernos y sin poder expresar su amor a la mujer que él amaba. Y fue más que eso, fue como el principio de un todo sin un final impetuoso. Cuando en el delirio se fraguó lo más que no se fingió un amor en el corazón sin ser correspondido. Si, cuando muere Ernesto de la Campana, en su lecho de muerte sólo vió el rostro de Aliona, y sin poder expresar su amor quedó a la deriva de ese amor tan petrificado. Cuando él, Ernesto de la Campana, le quiso decir a Aliona Escalera que…

 

-“Oye, te quiero decir algo muy íntimo…”-...

 

Y murió entre los brazos de su verdadero y único amor, el que no era correspondido, pero, tan amado como en su propio solo corazón. Cuando el amor fue y siempre será Aliona Escalera el amor callado para Ernesto de la Campana. 



FIN