¿Por qué consiente el alma
Sentirse así esclavizada?
¿Por qué el espíritu acepta
Vivir en ciudad callada?
¿Por qué la pena se instala
En los muros del ánima?
¿Por qué pueril soledad
Se muda en prisión amarga?
Si acaso, mujer, quisiste
Volar libre como una garza
¿Con qué fin permitiste
Que en silencio te cubriera
Noche fúnebre del alma?
Desamparo, lúgubre celda,
Triste llanto sin calma,
Frías gotas en el cristal
De la apenada desesperanza.
Callejón vacío del espíritu,
Castigo injusto que no acaba,
Cárcel impuesta en el desierto
De un seco corazón que no habla.
¿Por qué la razón no impide
Que la negra muerte invada
Con húmeda y agria desdicha
La amistad tan deseada?