Pobres aquellas almas en desgracia
las que presumen cutis perfectos
las que muestran tinta enmarcada
las que tiene el corazón perfecto
Si tan solo supieran que
sus historias son estatuas
trofeos de hierro y madera
Son ellos, los viejos llenos
de arrepentimientos
los que no tienen
ni historias ni cuentos
Están después esos,
los que llevan encima
sus trofeos
Las marcas de las luchas
de buscar la cima,
de pelear con enemigos invisibles.
Los que de Jovenes probaron
las mieles y dolores del amor,
los que llevan nombres
marcas en la piel
Ellos que sus trofeos
los otorgó la mismísima vida
Dios fue quien se los destinó
Son los abuelos con cuentos,
los viejos que disfrutaron de la vida,
los sabios quienes nos enseñan