LA HERIDA NACIONAL
La patria se quiebra
y el pueblo dormido,
la patria se muere
y el gobierno al acecho.
Suenan las campanas de odio
y el viento tiembla maligno.
¡Patria desolada!
Se desploma el águila real.
Las montañas ven conmovidas
el declive nacional
y en sus rocas retienen
el grito que ha de estallar.
Los lagos y ríos
se ensucian de sangre
y los mares azotan
sus olas heridas.
Y ahí está la política,
hechicera, oscura, letal,
conjura sus viles ardides
y en el pueblo su ponzoña mortal.
¿Dónde estás,
patria esplendorosa,
solidaria, inmensa?
¡Dónde!
Los árboles lloran
sus ramas caídas
y el pueblo se traga
las frutas podridas.
El gobierno siempre,
el pueblo nunca,
el gobierno ríe,
el pueblo duerme.
Y la delincuencia en hermandad.
¡Patria calcinada!
El sol nos llora en tempestad.
Las parvadas intentan un óleo
y los helicópteros manchan el cielo,
la armonía se quiebra en el aire
y la bandera ya ondula afligida.
Canto fúnebre,
estrofas de dolor,
las aves se tragan su coro,
y los niños tristes y solos
adivinan la destrucción.
Las manos abiertas,
el cuerpo rendido,
de rodillas, en tortura,
la sangre humedece la tierra.
La muerte vomita y vomita
un torrente de calaveras
y las trompetas del cielo berrean
que la patria se tuerce maldita.
Todo lo acechan, todo lo roban
las garras impunes.
Nunca se sacian, nunca se culpan
los malditos infames.
La justicia se vuelve enemiga,
la esperanza se dobla y enferma
y la paz se convierte en ceniza.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde?
¡Se desploma el águila real!
El pueblo sueña una patria
y el gobierno ríe y celebra
el aullido de un lobo siniestro,
y el crimen acecha y ataca
al vaivén de un galope violento.
El pueblo sueña un pueblo
honesto, despierto y unido
al compás de una cuna que mece
la serpiente que arrulla a su pueblo.
¿Hasta cuándo?
¿Hasta dónde?
¡Patria mía,
que despierte el águila real!
-J. Moz