Un lunes en la mano
para llevarlo hasta el domingo
y así pasar el tiempo rodando
sobre las palabras
que llenan el espacio
de complaciente silencio.
Yo ya me caigo del bolso
sin mucho preámbulo
y me voy a remendar las ganas
de servirme del tiempo
para anochecer días incompletos,
que es una obligación
cubrirse de las penas
cuando se tiene tan pocas reservas
y el frío sube hasta el esternón.
Una banca me espera en el parque,
allá donde ocurren todas las cosas,
para dialogar con mi tiempo
y dejar ordenados mis asuntos
desde la noche al atardecer,
que uno no se parece a nadie
cuando se ha encontrado finalmente.