En el descanso de la noche
me inquietan deseos fugaces
que nacen de recuerdos.
Desecho las penas,
entremezclo la risa y el llanto.
Acaricio un pimpollo,
clavel de pétalos apretados, secos,
amarillentos, igual que las hojas
de un viejo cuaderno, recuerdo de antaño,
momentos felices, amor naciente.
Fulguran mis ojos. Renacen las flores
en la quietud nívea del otoño-invierno.
Callada, en la semipenumbra del cuarto
no puedo reprimir una lágrima.
Serena, la seco con mi palma.
Me lleno de ansias, suplican mis ojos.
Mi piel palpita, arde, naufraga
en el mar inconmensurable
que me acarició con celo.
Ya soy espuma, ola, gaviota.
Débil me sumerjo lentamente, sin prisa,
en el sueño que me cubre de dicha.
Marta Victoria Castro
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