Era apenas una casa, sencilla, pequeña, completamente llena de memorias hasta en los más remotos rincones, en cada centímetro
de cada mueble, en cada espacio de aire, y que hasta el Polvo que tenía, albergaba recuerdos de un antaño entrañable.
Mi espacio, mi sitio, estaba ahora lleno de telas de araña, en otros tiempos, esos mismos lugares estaban llenos de sonrisas y sonoras carcajadas, de sollozos imprevistos que mojaban las madrugadas, y que hoy, están llenos de sueños gastados, y de profundos precipicios con sus grandes vacíos.
Entre el maullido del gato, y la televisión con el volumen muy alta, apenas existia el suelo repleto de arena con la sangre que corría
por las venas de la soledad y defensión más imperiosa.
La vajilla reposaba sucia encima de la encimera de la cocina, callada, absolutamente callada, y no me decía ni Si, ni No.
Los pájaros a fuera tenían hambre, esperaban unas migas de pan, ya habían piado, volado, gritado, claramente pidiendo comer...pero todo era en vano.
Las sillas vacías eran depósitos de ropa sucia amontonada, gastada apenas ya no les quedaban un pizca ya de algodón, hacia mucho tiempo que dejaron de sentir el calor de la piel y de un cuerpo riendo o una lagrima provocada por la emoción.
Sobraba quizás aquella silla donde se sentaba un cuerpo vejado, dolorido buscando la compasión y la piedad de una niña totalmente desamparada....
Era apenas una casa, hoy es solamente una sombra maldita que aún me persigue floreciendo a cada segundo dentro de mi Alma, dentro de mi corazón, y que me dejó marcada para siempre y me robó la inocencia, la infancia y toda falsa ilusión.
Mael Lorens
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de Autor 22/11/2020