Donde la muerte no es una garza
ni hacer el amor supone el incremento del estiércol
y una nube vacila entre bombillas de queroseno
lejos, donde la mansedumbre extraordinaria, queman
balones de oxígeno, libélulas de fieltro.
Y una flota de columpios rescatan mares de aburrimiento.
Y la sangre fluye entre los metales, corrompiendo
las líneas breves de azul empapado por el agua.
Donde soy una pieza leve, estática, inmóvil frente al tiempo.
O esa electricidad magnética que dimanan las fuentes jugosas,
esa frente de ceniza y matemática a la que recurren las cerillas
en invierno.
Frente de cielo, frente de nada.
Donde comen semillas de girasol los niños imbéciles
y se fuman las colillas los bohemios del siglo pasado.
Donde se comen las rodillas los invertebrados
y ruedan como espátulas perdidas, las herramientas del frío.
Entre abrojos silenciosos, quemados por la supresión,
reviven hoy, mis escuálidas tempestades-.
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