Estaban apoyadas las parillas completamente oxidadas en un rincón de una vieja barbacoa llena de telarañas del tiempo que hacía que no se encendía, para animar una parranda en una casa por la que nadie pasaba sino era de largo. La barbacoa formaba parte de uno de los jardines más hermosos del lugar ,dedicado a los 100 años de soledad. La que habría de sufrir allí Gabriel García Márquez. Cuando con sus ojos ausentes de la realidad , Márquez vio las parrillas que buscaba. Las cogió recordando donde tantas carnes, pescaditos y verduras, había hecho a la brasa en los tiempos donde no escribía y la casa se poblaba. Antes de quedarse en paro no tenía tiempo, ni dio nunca muestras de tener la más mínima imaginación para la escritura. Pasaba el día trabajando como auxiliar clasificador en una cinta de una azulejera, viendo pasar azulejos durante 8 horas al día, durante 21 días seguidos, cambiando cada semana los turnos. Allí con su bata gris, los brazos cruzados en la espalda, con unos cascos en los oídos para evitar quedarse sordo del golpe de los azulejos, y dos botellas a sus pies, una para beber y otra para mear ,ya que no se podía mover durante 8 horas de ese lugar. En aquella época gozaba de la vida , tenía la prosperidad de la nomina mil eurista, y del sentimiento de aprecio de sus semejantes dentro de la normalidad social. Fueron sus años más felices de vida, y todo lo que hasta entonces había imaginado , conocido y creído como probable : es que su existencia iba a ser así hasta al final de ella. La única firma literaria que hasta entonces tenía, era la de los contratos temporales que desde hacia cinco años cada tres meses realizaba. Sin embargo, la crisis del 2008 y el primer aplauso de un poema que escribió iban a darle 100 años de soledad en un jardín. Sus poemas le hicieron ser el hombre más odiado y maldito del lugar. Sin embargo, a Gabriel García Márquez, el auxiliar de clasificación de azulejos contratado por empresas temporales externas a la empresa azulejera adjudicataria , acabó tras su despido encumbrado en todos los titulares de la prensa conservadora siendo reconocido: como la más peligrosa amenaza pública. Teniendo incluso policías a la puerta de su casa siguiendo sus movimientos, porque con su palabra podía encender la revolución de los descamisados arrastrando consigo a la nación en una lucha por conseguir la libertad de expresión , la justicia universal, y los derechos del individuo frente la horda social conservadora. A su lado , estaba todo un sindicato. El último en no rendirse ante el sistema conservador . Pero para él, desengañado ya de todos, convencido en un amante de la alienacianación laboral, la clasificación monótona de azulejo, firmaría años depsués con su pluma, que tantos problemas había traído a la localidad, para que lo dejaran en morir en paz. Aceptaría un armisticio de la renuncia de los derechos humanos en España ante la ONU, permitiría que el Saharaja fuera provincia marroquí ,como Cataluña de España, para que no llegaran pateras a Canarias. Pediría a los movimientos sociales de Castellón que le apoyaban pese a estar semi aplastados, que aceptaran la censura informativa, artística, y las torturas policiales a los presos políticos como males menores del estado. A los anarquistas les obligaría a golpe de manifiesto a que votaran a los partidos fascistas. Todo esto lo haría para que de una vez la inútil resistencia a la injusticia que iba a ganar la guerra terminara , porque él , lo que sentía realmente era nostalgia a un amor que esperaba. La llegada de una pescadera de un pequeño supermercado al que entró a por sardinas, y se quedó allí para siempre al ver aquella jovencita de 20 años que podría ser su hija, y que llevaba las uñas pintadas con unicornios. Su belleza era legendaria en todos los mares del planeta, y estaba allí, ante él, separados por un témpano de hielo lleno de peces que parecían seguir vivos todavía con los ojos abiertos y brillantes sobres los cubos de hielo, mirándola a ella en lo alto de su pedestal donde reinaba. En su primer encuentro ella se mostró fría con él. Le sirvió unos pescaditos. ÉL intentó halagarla, pero ella no se impresionó cuando él se arrancó las vísceras con las manos y se las ofreció llenas de sentimientos. Tampoco sufrió desanimo, ni vergüenza pública cuando le obligo a meterse las vísceras en el cuerpo delante de todos. Volvió una y otra vez, hasta dejar su fortuna en comprar pescaditos sin que ella supiera que lo hacía por amor , y que no le gustaba ni los jureles, ni las carpas, ni las anguilas que le compraba. Es cierto que le cogió el gusto desde entonces a la sepia, a las ostras, y a las clochinas, que saboreaba con inusitado placer en su vida de renuncias, soledad , bloqueos sociales y políticos que siempre estaban llamando a su puerta para que luchara contra ellos. Aunque él no quería seguir luchando, sino renunciar al mundo a cambio de un poco de felicidad antes de morir, que sería inmediatamente después de conseguirla para no volver a repetir lo que había sufrido, e irse de este mundo con un sabor dulce en la boca después de tanta amargura sufrida.
En una ocasión, entre las veces que la veía entrar y salir del supermercados supo algo de ella, que se llamaba Noelia. Y no tardía más de dos semanas en descubrir el gran secreto de Noelia, que haría que emprendiera una gran aventura García Márquez. . Estaba haciendo cola en la pescadería sin que ella le prestara atención, mientras abría las tripas a unos boquerones, y él dejaba pasar a todo el mundo como era costumbre, para estar más rato cerca de Noelia. Entonces le escuchó decir a una compañera que cuando fuera mayor y se fuera de casa de sus padres , solo aceptaría un hombre que deseara vivir con ella en una casa con jardín. Entonces García Márquez se fue sin comprar nada. Y esta fue la primera vez que Noelia se dio cuenta de quien suspiraba por ella hasta dejar de vivir no estaba adorándola , y que se había ido para siempre. Y dicen que empezó a llorar derritiendo el hielo de los pescaditos porque sabía que no lo volvería a ver en esta vida nunca más, y se mordió las uñas con sus preciosos unicornios dibujados que formaron al romperse una estampida de rinocerontes corriendo por el supermercado destruyendo una de las paredes por las que salió Noelia, para no volver de la tristeza que tenía en su corazón.
Unos meses después volvió al supermercado García Marquéz , después de haber realizado un jardín trayendo de muchas partes del mundo las plantas más hermosas que había encontrado. Creo un laberinto en forma de corazón con macizos de rosales, en medio del patio trasero creció el mayor palmeral del mundo en menos de 20 metros cuadrados, donde había cientos de palmeras de todas las especies creciendo entre dunas. En el centro del palmeral construyo un aljibe moro forjando con lingotes de amarillas piritas que brillaba más que el sol. En la terraza de la entrada de la casa, hizo un bosque de frutales aromáticos con naranjos, limoneros, cerezos, aguacates, manzanos, perales, uvas, mangos, mangranos, plataneras y cañas de azúcar, que siempre tenía fruto, tanto que en el supermercado donde trabajaba Noelia podrían llenarse las estanterías a diario con estos productos tan solo de lo que daba esa terraza. Cuando llegó García Márquez a la pescadería, Noelia ya no estaba. Había otra chica. Preguntó por ella, y le dijeron- porque esta era la forma más rápida de entender los sentimientos de las personas- que se había ido a otro sitio para mejorar su vida La nueva pescadera le preguntó que pescado quería. Entonces él, señaló uno al azar que le puso en un sobre sin saber lo que era. Salió de allí con el pescadito cuyo cuerpo se torcía flácido en la bolsa con los ojos hacia el suelo, y que despareció en las parrillas. Pensó en el jardín que había hecho y que se había convertido en un laberinto al que nadie podía llegar sino era ella. Volvió al supermercado, compró más pescados. Cogió las parillas, los sobre de pescado y el soldador. Y soldó a las parillas un soporte para meter los sobre. En los sobres de pescado que utilizó como macetero plantó perejil, albahaca, hierba buena, cilantro. Hierbas que se usan en las pescaderías. Luego colgó las parillas convertidas en jardín vertical en un muro. El que daba junto el camino, por si un día pasaba por allí Noelia. Ella miraría los sobres de pescado de su antiguo supermercado, y comprendería que el jardín dedicado a ella. Recordaría sus palabras, y entonces su corazón le diría que abriera la puerta con una de sus uñas en la que tenía pintada una llave, porque sabía que esa era su casa, y que alguien le esperaba.
Ángel Blasco.