A donde pertenezco si mi alma vaga por mundos más allá de lo inimaginable y mis pies apenas alcanzan para unas cuantas décadas en el tiempo del edén mortal
Me he esparcido como hoguera de monte entre mis propios pasos y me he impregnado en las paredes de mi propia cárcel blanquecina
Acechando una idea y un impulso rotundo que me saque de mi solitaria habitación hacia la música de tambor y riachuelo que esconde la selva virgen
Y nadar entre ballenas con la vista absorta de verde azul de un ocre Pacífico y rosa atardecer violáceo
En busca de un canto lejano de arrullo
De hojas que se mecen contra la tarde seca
De un golpe de lluvia repentina que humedezca la carne roja del sol enardecido
De esa pureza que sólo ronda en el silencio orquestal de luna, grillos y viento
El solo sentir es estar y volver allí
A donde aún mi cuerpo no habita y mi ser navega en profunda calma