Vienes aquí, a mi escritorio, tu,
llena de flores rojas en la sonrisa
con esos grandes ojos que abren la mañana
y tu dulce voz de la quebrada.
Te sientas frente a mí,
me dejo llevar por tu historia,
como una hoja en la suave brisa,
y en un anhelo que se exhala
tímido entre los labios
digo tu nombre,
un cuerpo frente al otro,
se inclinan,
uno hacia el otro
hasta chocar las manos,
sin buscarlo;
se prolonga el contacto
un eternísimo segundo
en una conversación de las miradas,
como buscando entre silencios
la voz anhelada,
sigo en tu boca,
el movimiento
dador de la palabra.
Tu pecho frente al mío,
latiendo tan cálido y tan fuerte,
puedo sentirlo ahora
gravitando cada respiración
tan alcanzada,
desbordada la emoción
en el contacto accidental
de las piernas bajo la mesa,
mientras tomas impulso
y simplemente te alejas.