JOHN GIORNO (1936-2019)
Hay que hacer cosas que la gente común no entiende porque esas son las únicas cosas buenas.
—Andy Wharhol
Aquellos días de tristeza solitaria los pasé
alojado en un mundo
que no me tenía demasiado en cuenta,
luchaba contra la melancolía penumbrosa
que me tocó vivir desde su perspectiva,
y de golpe anocheció,
como si la noche fuese un mito indiferente,
se dignó a oscurecerse, apretaba,
reconozco que cometí algunos errores,
para esfumarse de los principios de la tierra,
la luz,
surgiendo de ella una noticia inesperada,
y honda.
La naturaleza azul de las hojas del árbol
cayeron al suelo con el otoño
por donde anduvimos muy pocas horas antes,
renació un sentimiento enquistado,
y la poesía, en su papel, con su tono de trino,
puso el equilibrio en el camino de la realidad
que iba desangrándose en canal.
La musa que anduvo incendiando las escenas
de diversos estilos de mi literatura íntima,
dejó de acompañarme, salió de mi vida,
le aliviaba redondearse en su posición,
saberse grande aunque fuera pequeña,
cuando había ido de mi mano
en la distancia que nos separaba,
incluso haciendo el amor con otro hombre
predominaba en mis sentimientos,
pero no se marchó de forma definitiva por lo que sé.
El desfiladero de despilfarros emocionales,
desplumaba su forma de ser,
correteaba en busca de una meta cercana,
y yo seguía rodeado de arte contemporáneo,
de vida cotidiana, de algún dolor revelado,
cumplimientos reservados para el corazón,
sin embargo el ánimo de encontrar
ritmos léxicos,
dio alas a las palabras que escribo,
exploraciones desbordantes más allá de mí,
allanaron el significado de los versos
que escapan en ocasiones al silencio audible.
hasta que me vi frente al espejo de la casa vacía,
y estabas reflejada en mis ojos encharcados,
llorando,
las manos temblorosas y los labios resecos,
aunque la adrenalina desgarrada de mi propia química
decaiga, o adore a Baudelaire, Rimbaud, Eliot,
y muchos más que irás conociendo,
la poesía expresa tal intensidad que no deja
de reinventarse desde los espacios más inusuales,
y John Giorno,
en su fallecimiento inminente, no está ausente,
ni presente, ni muy lejos de aquí,
sino inmerso al alma de la belleza,
en el límite de lo indivisible y la espontaneidad
que secuestra la muerte que se lleva la vida,
cercado por extremos que experimentan
la eternidad que desconocemos todos,
como los que seguís sensiblemente la lectura
de esta lucha melancólica.
Nunca te irás, pero mientras tu vida sea vida,
sepas que en cada poema hablo de nosotros dos.