Yo te sueño formidable y ardiente,
como un océano de fuego
que asciende y rueda por mi cuerpo:
como un mar de lenguas
buscando el inaplazable placer carnal.
Porque me quema la sed de ti,
imagino que me habitas,
que te adentras,
que tu boca coloniza la mía
y me baña de saliva el paladar.
Que mis piernas pugnan por doblegarse,
y anudadas entregarse
y apresar la incandescencia
que emana de entre las tuyas,
y acompasar a dos el incesante ir y venir.
Permite que campen las bestias
que acechan agazapadas
en tus instintos ancestrales,
que yo soy tu jardín secreto
de exuberantes frutos.
Deja que mis senos derramen
en tu boca el vino
oculto en el corazón de las uvas,
que me inunde el sudor de tu piel.
Anégame entera con tu rocío divino.
C. C. Lizarán