Toda sola con mi cara,
sentada con mucho orgullo
delante de algún espejo
que encuentro con desconsuelo,
me la paso sin quererlo
mirándole las arrugas,
las pestañas desnutridas,
los músculos arruinados,
la energía que despiertan
mis causas si no consigo
sacudírmelas de encima
cuando pienso en mi destino,
se entreveran en la vida
que llevo todos los días
sin recordar las heridas.