Se va a dormir la ciudad
y revolotean las ilusiones en el aire;
esas repetidas ilusiones
que generalmente nos acechan cuando anochece.
Se va a dormir la ciudad
y en las nubes sigilosas,
como esquivando a un cazador furtivo
se esconden los recuerdos del hoy.
Algunos con urgencia reclaman
el primer rayo del alba;
otros suplican que se detenga el reloj,
mientras que sin perdón la ciudad duerme.
Y pasaron las horas,
algunas de ellas solo porque debían pasar,
sin enterarse que ya son pasado,
y la ciudad duerme.