Yo buscaba libertad.
Entre esos terraplenes
de justicia avariciosa,
concretados en pavimentos hostiles,
en insidiosas marcas de tronos vacantes.
Observaba los jardines, múltiples,
desaforados, incitándome a más y más
búsqueda.
Pero aquellas selvas, destinadas al eremita,
al asceta, al monje tonsurado, no habrían
de acercarme a ella. Se quemarían mis ojos
ante tanto libro suicida, ante tanta calma
tediosa, frente a filosofías decadentes y temperamentales.
Se hundirían mis deseos profundos como un lago,
entre sus burocráticas manías, entre sus trapos beligerantes.
Más: queda el recuerdo, que hace daño, y las banderas,
caídas al suelo, imperturbables-. ©