Las alturas de mi tierra me esconden de mi pensar,
la escarcha de sus cumbres congela mi sangrar,
los páramos solitarios sin justicia me ven llorar
y la fría noche de interlunio me recuerda qué es amar.
Lloro en silencio sin mi rostro mojar,
una vicuña de lejos me observa rezumar,
una vizcacha huye para mi tristeza evitar
y continuo, completamente solo, en mi andar.