Leo tu cielo verdemar,
caigo en luces de miel,
me hundo en tu mirar,
y -como en pocos corredores-
escúrrome volando a pie,
cual como azul suprimido,
te llueves en mí, sudores
de ese tu almíbar crecido.
Más, eres tal cual como sueles,
y si queriendo tus rosas,
ya no me acerco a tus horas,
salgo, y sé cómo te dueles.