Con un par piramidal en formas invertidas
un reloj de arena, mide los pasos del tiempo
de su principio arcaico me fio. Y asiento
que ha llegado el trágico momento de partida.
¡Me voy¡
Antes de que comiencen los incendios
y la llamarada calcine todo cuerpo vivo.
No en el exoesqueleto de las cosas.
Sino al fuego impostor del vilipendio.
En lo intrínseco;
en lo invisible…
en lo que los fervientes llaman alma.
Mi vocación no tiene esferas redentoras
le temo mas a la infección de los clavos oxidados,
que a su penetración en la carne de mi palma.
No me parece que esa cruz sea de mi talla
mi nombre no se encuentra indexado
—¡Déjenme ir!—
Tendrán un enemigo menos conspirando.
Puedo beber en otras mesas, otros bares,
Rescatar perros y gatos en otras calles.
Absorto, porque el paredón me está esperando
En mi pueblo, en mi tierra, la que sembré
De jobos y copiosos mangos.
Sé que me buscarán...
Y también consiento la negación de mis amigos
antes de tres cantíos de gallo
— ¡Apague la luz del postigo¡
¡es hora de partir, tocayo!—
Venezuela, 18/8/2018