Cuántos amores callados
se vivieron escondidos…
fogosos, enardecidos,
bajo llave; bien guardados.
Cuánto engaño cometido
tras las puertas del infierno,
quemándose en ese averno
por arrebato prohibido.
Pecado no practicable
que se sale de las normas,
y bajo distintas formas
se torna en inmanejable.
Si un animal es el hombre
que no controla el instinto,
no nos creamos distintos
ni nada que nos asombre.
¿Quién puede sobre el amor
y pasión desenfrenada?
Ni la pena más pesada,
ni el más agudo temor.
Y cual almas desbocadas
sin control de sus pasiones;
seguirán sus convicciones,
sin bridas… descontroladas.
Jorge Horacio Richino
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