El vapor de mi aliento exitado, mi lengua intrépida por tu piel estremecida. Como la serpiente que va por la superficie dejando ondas, mi rastro será la saliva y mis palabras soeces entrarán por tu oído como saqueadores, rompiendo todos los espejos de la decencia. Te pediré un gemido y tus labios de gelatina, te pediré tus senos, la entrepierna, un abrazo sideral y tu propia oreja, te pediré miradas obscenas y tus hombros para no caer. Entrelazados, levantaremos los brazos y nos ataremos a una danza frenética. Te penetraré con suavidad, sentirás la invasión de mi miembro hinchado que, con lentitud, llenará, punzante, tus apetitos. Seré un hombre lobo, un vampiro excéntrico y tú mi inocente víctima que pedirá inmortalidad. Seré un labrador ingenuo, o tu siervo, o tu cautivo. Tú mi prostituta novata, mi doncella virgen dispuesta a satisfacer todos mis caprichos. La noche y la cama serán el desordenado escenario para nuestros juegos, que, al amanecer, cansados y felices, guardaremos en nuestras bocas jadeantes. Y luego de un respiro ansioso, al borde de la locura y más deseosos que antes, continuaremos nuestra secreta sinfonía de sexo.