Al mirar el invierno, con el cielo nublado,
imagino en las nubes una dulce pupila;
que su llanto derrama, por un sueño frustrado;
y febril lo resbala por la rosa y la lila.
Por la nieve tan alba, mi vergel cobijado,
la gaviota contemplo que su frío espabila;
y el clavel tan radiante, de belleza dotado,
es ahora su encanto mortecina favila.
Mas vendrá primavera con aroma excitante,
y las rosas marchitas volverán a reír,
con excelsa sonrisa, de candor sin igual.
Con gorjeo continuo del gorrión susurrante,
las camelias doradas volverán a lucir,
en las luz de la aurora, su fulgor celestial.
Autor: Aníbal Rodríguez.