El embriagador aroma de tus pupilas
hirió mi corazón como verde esmeralda
en el raudo caudal del río del amor
una clara noche vestida de nívea plata.
En la inmensidad del cárdeno firmamento
se diluía tu túnica de seda blanca
como etéreos jirones de azulados efluvios
que se desvanecen en las sombras de la nada.
Tu verde mirada sonroja a la amapola
cuando la miras sin rubor a su roja cara
y mi corazón sangre púrpura rezuma
cuando lo hiendes con el acero de tu daga.
El embriagador aroma de tus pupilas
llenó la oscura noche de blancas fragancias
y el parpadeo de las lejanas estrellas
con su luz volatilizó las penas de mi alma.
Aromas de nostalgia