Un templo señorial de filigrana
construí, para adorarte ciegamente;
tu imagen coloqué pacientemente
en frágil y marmórea peana.
Un ángel de estructura veneciana
velaba tu figura refulgente,
cubriendo con su luz incandescente
los poros de tu piel de porcelana.
El cáliz que en el culto utilizaba
tenía de tu boca la apariencia;
y el vino delicioso que libaba
traía de tus besos dulce esencia;
y lleno de fervor te veneraba
sintiendo en mi delirio tu presencia.
Autor: Aníbal Rodríguez.