Besos tan apasionados.
Besos néctares de diosa
de aquella italiana hermosa,
erógenos y mojados.
Besos para el recuerdo
de aquella negra divina.
Beso que nunca termina.
Del sabor siempre me acuerdo.
Luego estuvieron los besos
de una rubia exquisita
que ella siempre necesita
como preludio de excesos.
Siguieron los de la morena.
Besos de hembra española,
una auténtica manola
con cara de Macarena.
Después los de la francesa
¡como besaba la gala!
aquella linda zagala
que me llevó de cabeza.
Muy buenos los de la rusa,
linguales, largos, calientes,
de antología, ardientes.
En tiempo llegó a ser mi musa.
Los de la germana también;
luengos y duraderos,
ósculos elogio a éros.
Siempre estuvieron muy bien.
Así eran aquellos besos
que me dieron las mujeres
con las que tuve placeres
fantásticos, embelesos.
27 noviembre 2020
josecarlosbalague