No podré decir nunca que
esta llave fue dando tumbos,
y eso es importante. Pues
no se mezclaron los alcoholes,
de la medianoche en adelante,
en mi mente tímida y calenturienta.
Por eso, celebro no haber visto
más gallos madrugadores,
desde mil novecientos noventa y tantos-.
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