CÁLIDA MIRADA
Nunca encarceles cálida mirada
el incienso fragante que desprendes
cuando fija perforas y pretendes
enamorar tu espejo en la alborada.
No te quedes en esa encrucijada
inquieta, donde hábiles los duendes
retienen tus pupilas y no entiendes
la razón de una lágrima dorada.
Si tus párpados cierran tu esplendor
ni los astros podrían alcanzar
en conjunto tu máximo vigor.
Y en la pérfida sombra al despertar
oculto quedaría un gran dolor
sórdido en sus penumbras sin calmar.