Esta noche, lleno de desasosiego y placidez;
Odio y amor, melancolía e ilusión, dirijo a ti, mi anabí;
Palabras que morirán ahogadas bajo el granito del instrumento
con el cual mis sentimientos dejo imprento;
A ti, mi anabí, a ti que te idealicé,
Desde que era un pequeño per sé;
A ti, que, en antítesis a Neruda, nunca conocí,
Sin embargo, entre tantos labios tu esencia saboreé;
Y es que en tu búsqueda, si es bien o mal, ya no lo sé;
Y es que en los años entre el deseo y el olvido
La inocencia he perdido.
¿Ya un hombre y aún confundido?
Eso explica por qué en el corazón de tantas habitas en el olvido;
A ti mi anabí, me debo de despedir;
Desde hace lustros, en cientos de ojos te busqué;
Hoy, he despertado y una sorpresa me llevé
Y es que tú, mi anabí, tu magia y amor
Solo son una proyección de mí