Os escribo desde la isla.
Solo frente a la niebla,
recordando los últimos meses.
(ya os hablé de mi exilio a las tierras centrales,
rodeado de muerte,
desesperando en pasillos donde Dios es inexistente,
o ya está cansado de hacer milagros,
o ya no nos ve).
Una imagen os ofrezco:
Los primeros ciclistas han llegado,
engañados por la supuesta tranquilidad;
desconocen las sorpresas envenenadas
que los lugareños guardan.
Con su conducir alocado.