Soñé que las luciérnagas un día
sus luces nuestro idilio iluminaban;
con bellos resplandores que llevaban
la gloria de saber que ya eras mía.
Después en una rosa florecía,
suspiro que al zenzontle le inspiraban
los trinos que románticos llevaban,
de amor, la más hermosa melodía.
Un sueño más divino no he tenido
en tantas largas noches que he soñado
que soy de tu pasión el consentido.
Por eso el corazón ha despertado
deseos de construirte un dulce nido
de armiño y de ternura elaborado.
Autor: Aníbal Rodríguez.