Mi mano le da forma a tu voz
cobijada por el murmullo de la noche.
Sobre el remanso de tus celos,
me acunan nenúfares.
Con tus peros inmersos y
tus leyes abiertas
no hay conjuro que desenrede el vino de mi boca.
¿Cuántas veces
tu sueño de lejanía
despertó entre mis brazos?
Tengo un miedo sin estrenar
y
la
vergüenza
tan
corta.