La locura de la noche no me intimida;
mientras, no te piense…
La espera
La noche se torna vivaz,
se enciende de antorchas
y erotismos la ciudad.
¿Qué hay para mí?
Si en cada rincón,
el recuerdo de una caricia me envilece,
se muestra,
con quietud y asombro
y le temo.
Aunque la rosa no me espino,
ya desangro,
por un amor que no ha sido.
¡Y quiera Dios que fuese!
Sin embargo, me anula y me aguanto.
Pero que puedo esperar de la ciudad,
de esta ciudad que vive de noche
-nada- pues nada tengo que ofrecerle.
Me monto al cerro de Úbeda y,
me transformo en sombra,
el día es corto —lo sé,
y la soledad interminable,
esta cuidad me da dolor
ni un golpe de guerra la salva,
la locura se rebela,
se apoya en mí
y me transforma en fiera,
en cuanto cae la noche.
No sé de tiempo,
y el futuro no lo espero,
no importa ahora,
finalmente, pasara,
finalmente,
todo, llega a su hora.