Dayanara Mondragon

La Espera

La locura de la noche no me intimida;

mientras, no te piense…

 

La espera

 

La noche se torna vivaz,

se enciende de antorchas

y erotismos la ciudad.

¿Qué hay para mí?

Si en cada rincón,

el recuerdo de una caricia me envilece,

se muestra,

con quietud y asombro

y le temo.

 

Aunque la rosa no me espino,

ya desangro,

por un amor que no ha sido.

¡Y quiera Dios que fuese!

Sin embargo, me anula y me aguanto.

 

Pero que puedo esperar de la ciudad,

de esta ciudad que vive de noche

-nada- pues nada tengo que ofrecerle.

 

Me monto al cerro de Úbeda y,

me transformo en sombra,

el día es corto —lo sé,

y la soledad interminable,

esta cuidad me da dolor

ni un golpe de guerra la salva,

la locura se rebela,

se apoya en mí

y me transforma en fiera,

en cuanto cae la noche.

 

No sé de tiempo,

y el futuro no lo espero,

no importa ahora,

finalmente, pasara,

finalmente,

todo, llega a su hora.