Cuando la luna derrama
su mirada cristalina
con su fulgor ilumina
esas nostalgias de amores
que aparecen de repente;
montadas en potros briosos
esbeltos y luminosos
pintados de mil colores.
Resplandecen los ocasos
añorando aquellos ojos
que colmaron los antojos
con miradas seductoras,
que llenaron nuestras vidas
de incandescentes pasiones
con sus tiernos aluviones
de promesas soñadoras.
En el lejano horizonte
se dibuja la figura
de aquella linda criatura
que nos lleno de alborozos;
y el acorde de una lira
se escucha tan dulcemente
que hacen vivir nuevamente
los mas virginales gozos.
Los imperiales laureles
que cadenciosos oscilan
son guardianes que vigilan
aquellos días dorados,
que llenos de intensos bríos
como las pompas de oriente
se imprimen eternamente
en el alma bien guardados.
Y causa no podrán ser
de tristezas y lamentos
aquellos regios momentos
que embelesados gozamos,
pues surcamos anchas nubes
sintiendo los dulces besos
que melosos y traviesos
con gran placer disfrutamos.
El marfil de aquellos cuerpos
que con pasión cincelamos
en la memoria guardamos
como estatua de Afrodita;
y serán por siempre flama
que harán vibrar nuestras venas
recordando las verbenas
llenas de luz sibarita.
Autor: Aníbal Rodríguez.