Anoche soñé contigo, tan seductora,
Tan mimosa que se me hicieron agua los sentidos.
Tú te entrelazaste a mí, como una enredadera a una muralla;
Yo me creí morir, pero tú encendiste mis ansias.
Temblaba como un perro muerto de frio, de los nervios,
Pero tú aquietaste mis aguas;
Y me entregue a ti, a la flor de fuego de tus ansias.
Tus besos me guiaron a ese idílico paraíso
En donde lo prohibido se hace permitido,
Y en donde no existen tapujos, vergüenzas, ni mañanas,
Solo dos cuerpos que con ansias se aman.
La noche parecía eterna, y la pasión, un fuego que no se apaga;
El Ángel de la locura nos envolvió en sus alas,
Y supimos bajo sus sombras, saciarnos hasta el alma…