No sé si es la vida expulsada,
o soy yo
quien cruza solo la pesadilla,
de este espacio
de relieve oscuro y nunca,
en lo imposible cercano,
en lo incierto silente.
No sé si es el ansia del tiempo
que se detiene en el revés difuso del día,
o soy yo inconsciente,
estremecido en este el lapso descalzo,
que es boca sedienta
de rezos, manos y goces retenidos.
No sé si son sables
los límites de mi balcón desierto,
que es mundo de imágenes,
de aplauso y gratitudes;
que es armonía de instantes rotos,
de un más allá
que acontece en cada segundo,
y se hace tregua y todavía,
en la espera del fin
de este aislamiento quieto sin consuelo.