Mordido por el pecado su hora del alma pena,
por su sabor a sangre llega su beso helado:
allá cara del miedo, rostro del espanto arrodillado
el Ministerio del terror verdugo ordena la condena.
A las puertas de la oscuridad dibújase voz que era,
manos abiertas esperan cuerpo que caiga en sueño;
armas de fuego apuntan al ánima dolor madrileño:
imagen de un instante en su callar que le espera.
Por tierra cubiertos de sangre la muerte anida,
florecen eternos y dormidas tumbas de esqueleto
el muerto ya sin calor ni frío su llanto no tiene vida.
Inmortalmente blanco, imposible describir sujeto
desconocido, se muere con él, que por muerto su dolor,
su sombra aún está en nosotros compartiendo su horror.
NACHO REY