Déjame verte,
hablarte junto al río,
mi viejo roble.
Deja que escuche
los cientos de secretos
que tú me guardas.
De aquellas tardes
tú fuiste fiel notario
y compañero.
Bajo tu sombra
surgieron las caricias
y algunos besos.
Veo los ojos
que ardientes me miraban
bajo tus ramas.
Veo los labios
buscando, temblorosos
algo de paz.
Por eso ahora,
testigo de aquel acto
cuéntame todo.
Quiero el recuerdo,
vivirlo nuevamente
y aquellos besos.
Quiero el tatuaje
grabado en tu corteza
con nuestro amor.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/07/20