Gloria al sacerdote aquel
que vestido de color marrón
vino al pueblo de san Rafael
con paz y celestial perdón.
Resuelto a resistir lo profano
vistió de franciscano
cubierto de hábitos viles;
¡y así silenció fusiles!
pues en época de hostiles
y de guerra entre hermanos
impartió paz a los miles
con sus sacras manos.
Su mirada taciturna y envejecida
emanaba una extraña luz;
es como si viera sin vida
al cristo colgado... aun en la cruz.