Conchita Mora

Las manos de mi madre

 

Fueron las manos de mi madre, aquellas manos
que expresaron los más hermosos sentimientos
y como ellas no habrán otras en este vasto universo.

Cuando me asomé a la ventana de la vida,
allí estaban tus hermosas manos, ¡Oh madre mía!
para darme tu protección y prodigarme
tu inmenso amor.

Cuando me caía, aprendiendo a caminar,
eran esas manos bendecidas
las que me ayudaban a levantar,
dejando como enseñanza que no es caer
si no sobreponerse
y en medio de los tropiezos, avanzar.

Las mismas manos que me tomaron para elevar mi vuelo
y así darme el valor de enfrentarme a la vida
con sus altos y bajos, que sabías, me vendrían.

Bien lo sabias madre mía,
que mi andar por esta vida facil no me sería
y por eso, con tus manos me animabas a seguir adelante,
para que así, de cualquier dificultad, saliera triunfante.

Cuando mi cuerpo sufría cualquier dolor
eran tus maravillosas manos un bálsamo de amor,
que curaban no solo mi enfermedad
si no que llenaban todo mi ser,
de confianza y seguridad.

Si alguien hería mi corazón y las lágrimas me inundaban,
tus manos estaban allí para recibir tu consuelo
y darme la fuerza que me levantaría de nuevo.

El pasar de los años fue dejando huellas en tus manos
¡Cuántas veces madre!
Tus manos se quemaron preparando mi alimento
o planchando mi ropita en los apremiantes momentos.

los tantos sacrificios que por mí sufrías
se hicieron arrugas,
¡arruguitas hermosas, madre mía!
y aquellas tersas y juveniles manos
se hicieron viejas, ¡viejitas! con el pasar de los días.


las arruguitas se asomaron a tus manos
como únicos testigos del esmero
que por tantos años prodigaste a tus hijos;
a tus nietos; a tus bisnietos.
Descendencia maravillosa del Dios de los cielos.

¿Cómo olvidar tus hermosas manos?
¡Oh madre de mi corazón!
si cuando estabas conmigo jamás dejaron de mostrarme
tu agnegado y apasionado amor.

¡Oh Dios!
Cuanto te agradezco haberme permitido la oportunidad
de tener a mi lado un ser maravilloso, de tanta bondad
Y aunque ya partió a tu reino me queda su recuerdo
y la esperanza de saberla contigo en el cielo,
porque tu promesa es verdad, es etérea,
y porque quienes en ti creen
tendran vida eterna.