No se me antojan ni geranios, ni gardenias,
ni pequeños y exuberantes tulipanes;
En la noche de mi funeral quiero el agua
del mar donde me encontré y me perdí,
Quiero, entre mis manos, las babosas negras
que se colaban en la vieja casa,
Anhelo esa tierra empapada de cielo
cubriendo mi rostro derrotado,
Deseo los restos de excrementos
de los animalillos muertos entre mis dedos
como finos anillos de novia traicionada.
Porque quiero ser piedra, raíz,
habitante ciego de esta tierra insípida
¡quiero volverme semilla!
Y quiero ser el geranio la gardenia
el pequeño y exuberante tulipán.
Dejar de ser este cuerpo:
ser flor con tallo negro de un jardín marchito
bajo el ojo luminoso de la muerte,
respirando las esporas de una luna de sangre,
que envenene todo, que destruya todo.
Que termine de germinar las cenizas de esta herida tan humana
que sufro y cargo desde hace tanto doloroso, pesado y absurdo tiempo.