Es increíble la dominancia que tiene la piel,
al nivel de tener que luchar contra ella.
Lo tengo cerca y me quema, me eriza, me atrae.
Mí cabeza grita en desacuerdo, me reclama.
Tiene un hijo pequeño, esposa, se aman.
Lo entiendo,
no corresponde, está mal, me avergüenzo.
¿Qué clase de capricho llevo en llamas?
Lo supero hasta que en otra guardia lo veo.
Y me pasa cerca, y me habla, y lo escucho.
Emana hormonas, emana calor, no sé qué es,
pero lo siento, esa energía, es imán y yo metal.
Y quiero.
Tocar su hombro, su rodilla con la mía,
sentarme en su falda, darle un beso…
Quiero más que lo que obtengo, y amor no es
lo que busco en él. Sino su piel.
Y es hielo.
Mientras yo me derrito y peleo.
Esa guerra interna entre deseo y cerebro.
Quisiera que sus manos me buscaran,
quisiera vivir lo que mis fantasías claman.
Quiero. No puedo. Deseo. Me peleo.
En frío pienso, supero, y de nuevo, lo veo.