LOS virus intentan conversar entre
las hojas moribundas;
roto el minutero, observo el “tic-tac”
de mi cerebro.
La llama reconoce mi malestar
y cuece el cuello
de mi diablo interior.
Una cruz endulza el alba y los virus
dejan las palabras a un lado
para amotinarse en mi cuerpo.
Dolor de huesos, carraspera y veneno.
Con esto me siento endeble y vivo triste
y contento, ya que puedo contemplar
miles de delirios, miles de sentimientos
austeros…
…En el silencio…