Anaranjado el cielo de verbenas,
sopló a los vientos, vientos del olvido,
mi corazón tristísimo y dolido,
lloró en la sombra, sombra que me alienas.
Recorriendo la sangre por mis venas,
el pálpito inseguro y conmovido
desparramó a mi llanto confundido,
y enarboló los cielos con mis penas.
Y fue la noche triste que envolvía
la sensación fatal del desencuentro.
La dulzura confusa se perdía.
Los miedos se quedaron en mi adentro,
y el corazón sin risa se moría
perdido, desolado y sin encuentro.