Mi alegría...
Estudio mi alegría porque verdaderamente inventármelas, tiene un costo grande en medio de las sequías.
Y encuentro para mis más íntimos y personales \"no sé qué\", un perfecto refugio de lánguidas charlas de insospechados silencios...
Mi refugio es una cueva con hombros gigantes, tanto, que cabe todo mi mundo y siempre caben las penas que a veces son risas y no es que me apague, es que en el silencio perfecto de su ligero eco hay grandes oídos y hay sabias sentencias...
Siempre alguien abre puertas, despejando el camino, aliviando cargas, ofreciendo agua, pero soy yo la de puertas cerradas y no vamos a emborrachar el instante de traumas, pues mucho tiene que lidiar con miles de millones como yo que a éstas horas le hacen preguntas para las que la vida no tiene respuestas y menos las tiene la propia noche...
También a veces me da pena abrumarle a mi cueva sus momentos apacibles con mis existenciales y encontrados sentimientos y me sonrío en tanto su milenaria paciencia sólo me tributa con manos livianas un sorbo de aire en vasos tan llenos de \"eres humana\" y vuelvo al respiro como quien de la profundidad a escasos segundos de la asfixia, sale a flote...
No entiendo porqué durante el día pienso poco en éstas cosas y cuando llega la noche pienso por todo lo que no pensé en siglos y entonces corro a mi cueva tan amplia como una sala que siempre tiene un sofá inmenso y puedo sentarme a contarle, aunque a veces elijo la piedra inamovible y dura por aquello que \"sentir lo incómodo hace valorar mejor lo bueno que se tiene\"...
Y es en el silencio de esa mi cueva, como si un gran reloj de péndulo se moviera de un lado a otro sin perder un instante el mismo compás, inalterable, sincronizado, tanto que puedo desvestirme del traje valiente y ser tan cobarde como huraña y negativa, y saborear de las inconformidades su peor parte sin digerir del mundo su veneno...
Mi Cueva hombros, no es de piedra, tampoco es roca, me alivia pero yo también comprendo su carga pesada y comprendo que si entro, deja a un lado el cincel donde esculpe su día como un diario agradecido con su propia porción de espalda al frente, fuerte, firme aunque el dolor le duela y el morir le mate...
Ya es tiempo de que me leas y otra vez mañana me digas, grita, llora, ríe, equivócate que aunque cambien los soles y las lunas mengüen, aquí estoy para ti...
Y sonreí mientras engullaba con dificultad la gran pena propia y la del mundo.
La Habana, Cuba
7-12-2020
Isis Marilys Alvarez Silva