Edel Vicente González Pérez

Moribundo otoño

 

La gélida brisa

del moribundo otoño,

obliga al recogimiento.

 

Largo se hizo noviembre;

amenazante y chantajista,

enfermo y abatido.

 

Sacó lágrimas que no secó,

sembró insidias

y preludios de desolación.

 

¡Oh, onceno hijo del bisiesto dos mil veinte!

 

Dejaste más penas que glorias

y en tantas memorias

de mis años viejos,

tan aciago noviembre

no recuerdo ni de lejos.

 

Amaneceres de rosa y oro

ante calitas sin bañadores

y atardeceres para el recuerdo

en las lentes de la distancia.

 

Nos aboca a navidades

de silenciosos sonidos

y la estrella del oriente

fulgorea ante miradas ausentes.

 

Los balcones de las guirnaldas

iluminan el silencio

de las calles desiertas.

 

El cochinillo y el vino reposan

en las estanterías

y alrededor del banquete

las butacas vacías.

 

Y en el horizonte

cubierto de nieve,

la semilla escondida

espera la primavera.

 

8-12-2020