El corazón me pesa al ruidoso andar de las
manecillas,
me gritan como un tumulto enardecido de tu presencia falta, de la hiel entre mis dedos y de las cartas
a medio terminar, manchándose de esa espesa polvadura de olvido.
Me pesa la luz cenital de la lámpara que dibuja la sombra que va arrastrando las rodillas, escondiéndose bajo sus palabras oxidadas por el agua de aquellos setimientos
estancados.
Me pesa la lejanía de mil y un tristezas entre tu boca y la mia,
entre mi boca y tu oído, entre mis manos y las tuyas de las que, sediento de ti, bebería.
Me pesan tus pupilas al saber que no
soy yo quien exalta a esos dos gatos negros en
tus cuencas, porque es mi corazón quien te ve a los ojos.
A mi corazón le pesa, que a ti no te pese.
-Isaac Reyes